Mi hija ( de 19 inminentes años), a pesar de ser irremediablemente adulta, para mí sigue siendo una niña
No soy muy original como padre, supongo
Extraño mucho su manera, tan característica de los niños como te contaba la semana pasada, de mezclar los sueños con la realidad, cuando tenía 3, 4 o 5 años:
“Papi, hoy nos vamos a quedar despiertos toda la noche!”
o la manera tan fácil de distraerla con una broma o algún comentario cuando se daba un porrazo
Bueno
Una vez salió despedida de la hamaca que teníamos en el patio, y se estrelló contra la pared, quedó como estampada, con los brazos y las piernas abiertos, y cayó lentamente (al menos eso me pareció) al piso
No te explico cómo lloraba
En ese momento lo único que se me ocurrió (después de asegurarme que sólo había sido un susto) fue contarle el cuento del árabe que estaba colgado en la punta de la palmera, en medio del desierto:
cada vez que el viento soplaba, el árabe, agarrado de la palmera, gritaba “Aláaaaa!”, “Aláaaaa!”
Lo conoces?
Bueno, no te voy a contar el final del cuento, pero te digo que el llanto pasó a carcajada en un instante, y además se lo tuve que contar como 5 veces
Tampoco te voy a contar sobre la última clase del curso de historia de los grupos vocales en argentina, que termina hoy, sólo te voy a decir que no veo la hora de que llegue el curso II, previsto para el año que viene
para ver esa clase, y las otras, tendrías que suscribirte acá
“La naranja” (la redonda, no la mecánica) es el arreglo de la semana: